Vivimos en
un mundo de demasiada urgencia. Todo lo queremos rápido y a la mano, siempre
que sea posible lo queremos también con el menor esfuerzo que nos sea necesario
y con el menor precio a pagar posible. Pedimos de todo y de todos, perfección
sin errar y sin aceptar escusas. Sin embargo, ¿somos honestos con nosotros
mismos? ¿No es verdad que cuando nosotros mismos erramos, buscamos un culpable?
La realidad de las cosas es, que si hacemos
algo mal, nos disculpamos y por lo general se nos perdona, claro si no hemos
hecho algo imperdonable. Sin embargo, cuando se trata de perdonar un error que
cometen nuestros caballos, no siempre somos tan receptivos a perdonar. ¿Por qué?
El ser humano busca con ansiedad mandar y dominar todo con lo cual entra en
contacto. No es malo, es parte de nuestra naturaleza. El caballo, busca con
ansiedad huir de todo con lo cual entra en contacto y desconoce, e intenta huir
para reunirse con su manad siempre que le sea posible para sentirse seguro, y
esa, es su naturaleza. La dificultad al trabajar con un caballo entra cuando
pedimos de él algo contrario a lo que le dicta su instinto natural. Entramos en
algunas ocasiones en un mundo hipócrita y egoísta castigando el menor de los
errores según nuestro entendimiento y recompensando graves errores o hasta
resabios sin darnos cuenta.
Por causa del mundo urgente en el cual vivimos,
muchos entrenadores de caballos apresuran el trabajo tomando atajos fatales en
cuestiones de doma. Al acortar el tiempo del entrenamiento, el domador permite
que surjan huecos en los fundamentos principales y aun más en los trabajos avanzados.
El domador de este tipo, ignora a veces por completo el gran daño que hace a
sus caballos por causa de estos atajos. Lastimando los remos y coyunturas del
animal, hundiendo el dorso y debilitando los posteriores en lugar de
fortalecerlos, es como ocasionamos que un caballo joven sea envejecido
prematuramente.
Porque el esperar que un caballo madure un año más,
y lo montemos de tres años o cuatro en lugar de dos, nos permite proteger las
coyunturas de las rodillas, menudillos y corvejones, los cuales a la edad de
dos años no se han desarrollado lo suficiente para cargar un jinete. El permitirle
al caballo que aprenda con seguridad a desarrollar sus aires básicos bajo el
jinete nos permitirá muscularlo más en toda su masa. Y dejar que los movimientos avanzados vallan
saliendo poco a poco en lugar utilizar herramientas fuertes, y técnicas erróneas,
permitirán a que el caballo trabaje por muchos años mas, de una forma feliz y
suave. Tristemente, el mundo urgente en el cual vivimos, apresura todo en la
vida incluyendo el trabajo de nuestros caballos. Tristemente, muchos domadores,
abusan innecesariamente del caballo durante su trabajo forzándolo a envejecer demasiado
pronto y a morir demasiado temprano en su vida.
La mayoría del que trabaja con caballos, o
alrededor ellos, disfruta la compañía de tan noble y dócil animal. Incluso,
muchos lugares utilizan al caballo como una forma de terapia para diferentes
enfermedades incluyendo la depresión crónica. Todos los que tenemos caballos
decimos que amamos a nuestros caballos. Sin embargo, ¿somos honestos con
nosotros mismos? ¿Le mostramos al caballo ese cariño que decimos tenerle? O más
bien, ¿permitimos que se le apresure su envejecimiento a nuestro amigo
ecuestre? Los invito amigos a estudiar más sobre nuestros caballos, sobre su
naturaleza, sobre su comportamiento, sobre su instinto, sobre su psicología, y
sobre su doma. Los invito amigos a que sigan estudiando lo más que puedan, todo
cuanto sea benefactor para el caballo y todo cuanto pudiese alargar la vida de
este, incluyendo el estudio de su cuidado y su doma.
Por su puesto que la pregunta final hacia
nosotros mismos es, ¿Qué tanto quiero a mi caballo?
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